jueves, 27 de enero de 2011


Había un nene. Se escuchaba, entre la música, un nene. El nene decía: "Se salió por ahí" y decía: "Hay un azul". Eso decía. Y había alguien que hablaba con el nene. El nene, claro está, no hablaba solo. Pero la otra voz. Se estiraba y estiraba y no llegaba a alcanzarla. Movía apenas las delgadas piernas, las palabras rozando el borde de su cuerpo, pero no. A veces era mujer, otras hombre pero no era nada en realidad. Apenas una ondulación del aire, un verdor como esos que se forman en los bordes de las cosas húmedas. Apenas, otra voz. Y los grillos ¿Siempre era de noche? No. No siempre. A veces se callaban los grillos. El nene no. El nene hablaba mucho. Gritaba, corría. El nene decía: "Cumplo los viernes de mayo" y decía: "Primero lo primero" y a veces hacía un chasquido con las manos o los pies. Parecía que bailaba. Seguro bailaba. Los pies desnudos despegándose mojados de las baldosas de la galería. Porque había una galería. Le daba el sol por las tardes y estiraba las formas de las sillas de mimbre. Se volvían delgadas como insectos. Se estiraban hasta desaparecer.
Ahí se sentaban los hombres a mirar al nene, a mirar el pozo casi ya tapado por las malezas y las sombras.

El nene tenía los pies mojados pero no porque lloviera. A lo mejor un río cerca. Un tanque en donde refrescarse. Eso.
El nene corría como un loco por la galería salpicándolo todo. El nene era un animal desbocado. - ¿Cuándo va a venir? -. El molino daba vueltas, salían disparados los pájaros. Caía el agua helada sobre el verde crecido. El nene festejaba el movimiento. Pataleaba en el piso. Todo eso y nada. ¿Cuántos días habían pasado? Todavía era verano. El verde crecido juntaba bichos. Se iba cerrando sobre la boca del pozo. Y ellos afuera, en la luz, en el agua, en la galería. Ellos sabían que él estaba ahí.

Al principio se pasaba el día entero a los gritos. En el pueblo sabía cantar y tenía una voz preciosa o al menos eso le decían ¿Era cantor? Ya no se acordaba. Lo que sí se acordaba era de las mariposas que salían de los postigos de su ventana cada mañana, cuando lo saludaba el alba, escondidas en un sueño de negrura y madera. Así como él ahora. Buen día. Y luego el agua de pozo fresca en la cara quitándolo del sueño. Se aclaraba la garganta y en seguida sin darse cuenta empezaba a cantar. Cantaba cuando iba andando por los caminos entre la maleza. Le sudaba la espalda bajo el sol. El machete en la mano partiendo el calor en dos lo volvía poderoso. A veces un campo entero se rendía ante el vuelo de su brazo. Era verano como ahora. Era libre. Era un hombre todavía. Un hombre que cantaba.
Había buscado el machete los primeros días ¿Estaba ahí con él? ¿Quién más estaba ahí? ¿Había mariposas guardadas en el pozo esperando la luz? ¿La señal del día?
Había un nene. Eso sí había. No estaba con él en el pozo. Estaba afuera y agitaba sus alas por todas partes a modo de protesta. - ¿Cuándo va a venir? -
Una vez, lo sintió cerca del borde y lo quiso llamar, decirle: Buen día, estoy acá, soy un hombre, sacame de acá. Pero no le salió la voz. Se agitó un poco, movió su estrechez golpeándola contra los bordes de tierra como un murciélago enredado en su tela. Levantó una nube de polvo. El nene se asustó. - Está vivo! Está vivo! - salió gritando y - Shhhhhh! - le dijeron en seguida, no sé si un hombre o qué, eso que estaba afuera sentado en la silla de mimbre de la galería.
Se estiró de nuevo. No alcanzaba. Era tán frágil ahora. Por suerte estaba la música y podía cerrar los ojos y ver la luz, el camino de tierra, los pastos altos esperando el vuelo de su brazo.

- Tiene alas - dice el nene y - me dió un susto tremendo -

Carbó, Enero 2011

domingo, 16 de enero de 2011